Silencioso como un parpadeo, el obturador de la cámara accionó desde la ventana del Apollo 17. Los astronautas Cernan, Evans y Schmitt capturaron el 7 de diciembre de 1972 la primera imagen clara y plenamente iluminada que se haya tomado jamás de la Tierra desde el espacio. Esta fotografía histórica y de amplia circulación, denominada "Blue Marble" (Bolita o Canica Azul) de nuestro frágil globo, representado en un azul, verde y blanco vibrantes y suspendido en la vasta negrura del espacio silencioso, ha estimulado la imaginación de una generación.
Después de haber contemplado la Tierra como un todo, la forma de pensar en nuestro mundo cambió para siempre. Ahora hemos visto la Bolita Azul y la reconocemos como nuestro hogar común. Vista desde el espacio, no existen divisiones políticas, militares, raciales o lingüísticas que alteren sus contornos. El planeta Tierra es un mundo y un hábitat compartido. Todos los que habitan en las arrugas geológicas de su topografía giratoria pertenecen a una comunidad global.
La Tierra es, también, un hogar especial. Ningún otro planeta conocido tiene una temperatura de superficie tan finamente ajustada como para que pueda existir el agua en sus tres fases de hielo, líquido y gas. La abundante agua, iluminada por el sol y tranquila, le da a la Tierra su distintiva belleza celestial. En el pasado, sólo se veían partes desde la superficie. Vista desde el espacio, la plena extensión de las refulgentes barreras glaciales, las olas centelleantes de un azul profundo de los océanos y los impresionantes remolinos de los cumulus nimbus surgen a la vista brillantemente en forma conjunta.
Desde el espacio uno puede apreciar también que el planeta Tierra es un medio vulnerable. Su atmósfera dadora de vida se aferra delicadamente al globo como un delgado reborde que aísla su superficie del vacío que se extiende más allá. Los ríos fluyen como minúsculos y brillantes hilos de agua. Los márgenes de los bosques musgosos decrecen. Las fértiles llanuras se extienden hasta fronteras finitas. Los recursos naturales que parecen, desde una perspectiva de la superficie, extenderse hasta donde se pierde la vista son, desde el atalaya del espacio, preciosos, limitados, y algo que no debemos dar por sentado. Esta imagen sobrecogedora de la Bolita Azul fomenta una sensación de responsabilidad compartida.
Hay otra imagen histórica obtenida desde una perspectiva giratoria que está transformando nuestra visión mental de la naturaleza humana. El año 1972 fue también cuando Hounsfield y Cormack inventaron la tomografía computada (TC), que les valió posteriormente el Premio Nobel. Su primera aplicación médica fue obtener imágenes del cerebro humano. El paciente al que se le hace una TC yace inmóvil sobre una mesa dentro de un tubo de forma de rosquilla mientras otro tubo que emite rayos X y su detector correspondiente rodean rápidamente el cuerpo, recogiendo una serie de imágenes desde posiciones angulares secuenciales. De esta forma, la TC genera representaciones de cortes transversales, o rebanadas, de la anatomía humana. La TC brindó las primeras imágenes claras y anatómicamente detalladas del cerebro humano vivo. Todos los pliegues de materia gris previamente ocultos bajo el cráneo han surgido espléndidamente a la vista, agrupados en matices de gris digital en la pantalla de la computadora.
Esta imagen de la "Bolita Gris" del cerebro humano está capturando cada vez más la imaginación de la humanidad. Abundan ahora imágenes del cerebro humano en un mundo que medita sobre lo que la neurociencia está revelando acerca del kilo y medio de tejido neural que reflexiona sobre el origen y el propósito de sí mismo y del universo.
Mientras que hay una imagen que lleva el nombre de Bolita Azul que corresponde a una Tierra, hay en las clínicas médicas de todo el mundo multitudes de imágenes de la Bolita Gris que representan sólo una fracción de los miles de millones de personas que habitan la Tierra. Las imágenes de la Bolita Gris carecen del suficiente detalle como para mostrar particularidades individuales y no distinguen entre diferencias de género, etnicidad, idioma o nacionalidad. La Bolita Gris, por lo tanto, es un retrato adecuado de nuestra naturaleza cognitiva humana compartida. Sin embargo, también sabemos que cada cerebro es biológicamente y biográficamente único, y que cada persona es especial.
Visto como un todo, se destacan varias características de la Bolita Gris. El lóbulo frontal, temporal, parietal y occipital no están desconectados físicamente como ocurre con los continentes terrestres, sino que se funden entre sí. Si bien cada área cortical tiene su propia función específica, las regiones cerebrales están integradas e interactúan también. El comportamiento dinámico de campos neurales ampliamente distribuidos componen los correlatos neurales de la conciencia. Esta calidad intangible de autoconciencia elude aún una explicación completa de la neurociencia, pues los aspectos subjetivos y espirituales de la vida encuentran una dimensión de realidad tan imperceptible a la investigación empírica como lo es el viento a una cámara fotográfica. Las palabras, como las nubes, esbozan brevemente su dirección y luego se desvanecen. Dentro del cerebro, hay corrientes de pensamiento que vagan por terrenos contemplativos imprevistos. Las estaciones de pasión y apatía vienen y van. Las ideas navegan los mares de la neuroquímica emergente mientras que las emociones mantienen sus curiosas mareas altas y bajas. Dentro de este paradójico asiento de la inteligencia humana coexisten el potencial para la ira tempestuosa y la bondad amable. Y, en cada extremo del debate polarizado, yacen acumulaciones de gélida obstinación.
La Bolita Azul ha despertado una ética de ecología preocupada por el uso y preservación responsables de los recursos naturales de la Tierra. La conciencia ambiental se extiende también al cerebro, ya que importa qué tipos de pensamientos escogemos para llenar nuestros cerebros.
Envuelto dentro de la Bolita Gris hay un mundo de ideas. Así como el planeta Tierra es el hogar de ecosistemas complejos que albergan una asombrosa diversidad de vida no visible fácilmente desde el espacio, el cerebro es muchísimo más complejo y sutil que los estudios de imágenes de todo el cerebro pueden representar. La Bolita Gris es un símbolo de la interconexión. Cada una de sus cien mil millones de neuronas recibe tanto como 150.000 contactos. Un milímetro cúbico de corteza cerebral contiene alrededor de mil millones de sinapsis. Cuando una enfermedad corta esas conexiones y las neuronas no pueden comunicarse entre sí, el cerebro funciona deficientemente. Visualizar el cerebro como un todo evoca una comprensión de la inteligencia que consiste de una variedad de funciones cognitivas combinadas en una comunidad de pensamientos. El cerebro es una unidad, aunque está formado por varias partes y, si bien sus capacidades son muchas, forman una mente. Por lo tanto, cuando la razón choca con la intuición al luchar con un dilema ético, todos los recursos del cerebro son necesarios para descubrir la sabiduría. Así como los humildes microorganismos son esenciales para un saludable florecimiento de la vida avanzada sobre la Tierra, aun los caminos del cerebro que parecen ser más débiles son indispensables. Si una parte sufre, todo el cerebro sufre con ella. El giro fusiforme necesita de la corteza calcarina. La corteza prefrontal necesidad de la amígdala.
Hay límites a lo que las imágenes pueden transmitir. Si bien las tecnologías digitales están reconstruyendo imágenes de la Tierra y del cerebro con un detalle progresivamente más fino, debe recordarse que, así como las fotos de la Tierra desde el espacio exterior detectan sólo su superficie, las imágenes del cerebro visualizan sólo su naturaleza material. Además, en cualquier instante dado, la Bolita Azul es la foto de sólo la mitad del planeta Tierra. El cerebro, también, tiene su lado brillante y su lado oscuro.
Estas asombrosas imágenes de bolitas o canicas son recordatorios de que la Tierra, sus habitantes y sus mentes son cosas que han sido dadas y no cosas que hemos hecho nosotros mismos. La forma en que se presentan sus imágenes, sean monótonas o vívidas, afirmativas o despectivas, cínicas o esperanzadas, darán forma a cómo nuestra cultura piensa acerca de la naturaleza cognitiva humana desde su tenue comienzo a su final terrenal.
Mediante la tomografías percibimos la materia gris como en un espejo, oscuramente. No obstante, la mente humana, abierta a la luz de la verdad resplandece con un arco iris de comprensión, agradecimiento y bendición. El pleno potencial de la mente humana puede realizarse una vez que el cerebro está lleno del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar.
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Este artículo apareció originalmente en Ethics & Medicine: An International Journal of Bioethics Volumen 23 Número 2, verano de 2007. Usado con permiso.