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December 2, 2006
Season:
6
Episode:
33

Una tarea primaria de la ética es reconocer distinciones válidas frente a la incertidumbre con relación a las obligaciones morales. Cuando lidiamos con las cuestiones más difíciles de la vida, los hechos a menudo son accesibles incompletamente o sus interpretaciones son ambiguas. Los enfoques teóricos disponibles a menudo arrojan soluciones contrapuestas. Cuando los confrontamos con los dilemas del cuidado de la salud, en particular, las personas difieren en cómo priorizan y aplican sus valores personales para llegar a decisiones que implican consecuencias trascendentes para la vida.

Estas son las materias grises de la bioética. Sus contornos difusos delinean lo que es conocido, lo que puede hacerse y lo que debería hacerse. En algún punto entre evidencia brillante e insondable desconocido, entre lúcido correcto y sombrío erróneo, entre determinación decidida y apatía distante, yace una vasta extensión de gris ético.

El gris bioético dista de ser insulso. Las cosas sin dilucidar desafían a la mente a explorar y preguntar. Las materias irresueltas invitan a la reflexión sentida, al razonamiento abstracto, a la discusión y el debate serios. Lo gris permite apertura a la interacción creativa.

Tampoco lo gris es absolutamente impenetrable. Para quienes moran dentro de un gris ético, lo gris enseña el valor de la claridad, que debe ser buscada pacientemente. Lo gris es un recordatorio siempre presente de la finitud humana. Su ambigüedad inhibe nuestra obsesión por cosas que están desvaneciéndose y que carecen de toda importancia duradera. Su carácter indefinido sugiere que lo que nos motiva más fuertemente puede no ser lo que es inmediatamente visible. La falta de claridad a lo largo del continuo del gris impulsa a la mente inquieta a buscar lo que yace más allá. Cómo se vive la vida depende de cómo interpretan los moradores del gris los matices de gris. Materias grises.

Por supuesto, es la materia gris lo que los bioeticistas aplican a estas materias grises. La materia gris se refiere a aquella parte del cerebro que, al ser cortada, aparece como gris –en contraste con la materia blanca mielinizada–, y consiste de la corteza cerebral además de los núcleos subcorticales como el hipocampo, el tálamo y los ganglios basales. En general, la materia gris cerebral es la parte del cerebro responsable de la transmisión de la información. La materia gris, por lo tanto, tienen connotaciones tanto anatómicas como filosóficas.

La neuroética es el mundo donde las materias grises cerebrales y éticas interpenetran. La disciplina de la neuroética considera las implicaciones éticas de los avances en las neurociencias, tomando de los campos de la neurología clínica, la neuropsiquiatría, la neuropsicología, las neuroimágenes, la neurofarmacología, la neurogenética, la neuropatología, la nanomedicina y la ciencia informática. Las neurociencias están generando capacidades apasionantes para medir la función cerebral sana y alterada, de detectar y alterar el curso de enfermedades cerebrales, así como para entender la naturaleza de los procesos neurales que corresponden a la mente humana. Los beneficios potenciales para la salud de la neurociencia son enormes. Las implicaciones para la ética son profundas, ya que el objeto del estudio neurocientífico es el órgano mismo que participa en la contemplación ética.

Al investigar la neurociencia la intrincada estructura y el comportamiento celular de la materia gris, el cerebro informado científicamente es desafiado de nuevas formas a comprender su propia naturaleza, su origen, su propósito y su relación con los demás. No sólo están la percepción y el movimiento corporal sujetos a la investigación científica, sino que, con el arribo de técnicas de imagenología funcional y métodos menos invasivos de estimular el cerebro, la neurociencia puede ofrecer descripciones cada vez más sofisticadas de la base neural de las funciones cognitivas superiores. Estas incluyen aspectos del razonamiento moral, la intención, la conciencia, la empatía, la creencia y la experiencia espiritual. Los estudios con imagenología funcional de funciones cognitivas superiores están identificando y mapeando configuraciones de activación de la materia gris que corresponden a pensamientos que previamente eran el dominio exclusivo de la reflexión privada o que ocurren por debajo del umbral de la conciencia consciente.

Las vías neurales que sirven para los juicios morales y el razonamiento ético están apareciendo a la vista científica con detalles sin precedentes. Su interpretación corresponde a la materia gris. Cómo la sociedad asigna significado a los fenómenos cerebrales que corresponden a interacciones sociales, creencias personales, conciencia moral, análisis filosófico así como el impulso para realizar investigaciones científicas tiene implicaciones intrigantes para la autocomprensión humana y su traducción a la cultura.

Considere las implicaciones trascendentales de la neurociencia para la toma de decisiones éticas. ¿Tienen influencia moral los juicios subjetivos si puede demostrarse que surgen de estados cerebrales describibles en términos físicos? ¿Podrían los modelos físicos del cerebro invalidar la sabiduría de la repugnancia moral?[1] Lo que ha sido llamado "el factor asco",[2] ¿debería entenderse simplemente como un reflejo neuroquímico condicionado? La razón y la lógica, ¿son reducibles también a la bioquímica cerebral? Los modelos físicos del cerebro, ¿pueden explicar la creencia religiosa? ¿De qué forma puede ser el pensamiento humano una realidad dada, y cómo podría el pensamiento –y la ética– estar sujeto al remozamiento?

La neuroética también tiene implicaciones sutiles para el carácter de la interacción humana. ¿Qué límites deben ser respetados a fin de que las libertades innovadoras de la comunicación no se inmiscuyan excesivamente en la privacidad personal? A medida que las poderosas nuevas computadoras aumentan su desempeño al imitar más estrechamente el cerebro y se vuelven más amistosas para los usuarios al remedar la expresión exterior de las emociones humanas, ¿nos encontraremos a la vez imitando nosotros a las computadoras en la búsqueda de la máxima eficiencia? ¿Qué es lo que tiene el lenguaje humano que trasciende la mera transmisión de información?

Otras preguntas para la bioética tienen que ver con el lugar y los límites correctos de los modelos médicos de pensamiento y comportamiento humanos. ¿Deberían usarse drogas para mejorar la cognición en individuos normales? ¿Cuándo está bien manejar el malcomportamiento social con medicaciones psicotrópicas? ¿Estaría bien borrar recuerdos desagradables, si esto fuera posible?

La neuroética también tiene implicaciones para la integridad de la responsabilidad personal. ¿Puede la neurociencia demostrar si la participación mental es determinada o libre? ¿Cuál debería ser el papel de la evidencia neurocientífica en determinar la responsabilidad legal en los crímenes?

Muchos recordarán al detective ficticio de Agatha Christie, Hercule Poirot, que resolvía crímenes brillantemente usando lo que llamaba sus "pequeñas células grises".[3] Independientemente del éxito de Poirot, la neurociencia contemporánea reconoce que la inteligencia es también cuestión de cuán bien las regiones grises del cerebro se intercomunican. Si bien el gris importa, el gris no es lo único que importa.

Asimismo, la neurociencia importa, pero debe recordarse que las descripciones físicas no pueden brindar una explicación completa de la mente humana. Una visión matizada de la neuroética reconoce que, entre las líneas de datos negros y blancos que la neurociencia genera hay matices de significado irreducibles a mecanismos materiales. Los grandes pensamientos no consisten en racimos de neuronas accionando en forma refleja, si bien las neuronas podrían representarlas. Sorprendentemente, son las neuronas las que dan expresión a los anhelos humanos que inspiran la imaginación moral. Estas aspiraciones ensombrecen brillantemente al gris más gris.

Al celebrar los avances en la neurociencia, exploremos concienzudamente la plenitud de la neuroética. El viaje hacia la neuroética no se habrá agotado cuando el cabello de las generaciones futuras se haya vuelto gris.

Referencias

[1] Kass, Leon R. "The Wisdom of Repugnance." New Republic Vol. 216 Issue 22 (2 de junio de 1997).

[2] Morton, Oliver. "Overcoming Yuk." Wired, 6 de enero de 1998.

[3] Christie, Agatha. The Mysterious Affair at Styles. London: Bodley Head, 1920, Chapter 10.

El contenido es este artículo no refleja necesariamente las opiniones de CBHD, su personal o sus adherentes. Se concede el permiso para reimprimirlo siempre que se haga referencia a The Center for Bioethics and Human Dignity y la dirección de Internet de este artículo.

Este artículo apareció originalmente en Ethics & Medicine: An International Journal of Bioethics 22.1