Un comportamiento puede ser definido frecuentemente como la conducta de una persona, la manera o modo de acción en la que esta persona trata a otros y la forma en que responde a un estímulo.[1] Por lo tanto, caracterizar el comportamiento de alguien no es algo sencillo, y toda investigación en este campo se vuelve una empresa altamente compleja que incluye muchas variables, como los efectos sociales pero también los genéticos.
Sin embargo, estas variables no siempre han sido consideradas como de peso comparable. Por ejemplo, muchos investigadores creían en el pasado que sólo un componente ambiental y social influía en el comportamiento de una persona, rechazando de plano toda teoría biológica del comportamiento. Esto ocurrió, por ejemplo, cuando los comunistas y otras organizaciones socialistas internacionales buscaron proteger sus políticas igualitarias repudiando cualquier vínculo entre la genética y las habilidades personales. Hasta dejaron morir al genetista ruso Vavilov en prisión en enero de 1943 porque sostenía que todas las personas no tenían cromosomas idénticos, una conclusión basada en la herencia y considerada contraria a las ideologías de entonces en la USSR.[2]
De igual forma, a otros les preocupaba que la nueva información producida por la genética del comportamiento apoyaría lo que se percibía como una amenaza reduccionista en la que todas las características personales eran explicadas por leyes químicas y físicas. Estas preocupaciones produjeron una situación en la que toda sugerencia de un componente genético del comportamiento era ridiculizada, denostada o considerada racista. Aun el ganador del Premio Nobel Honrad Lorenz fue vilipendiado al final del siglo XX porque sus descubrimientos en el comportamiento animal heredado habían sido usados por otros para apoyar ideas racistas.
Estos ejemplos demuestran que la investigación en la genética del comportamiento humano puede volverse un tema político muy sensible y complejo. Hasta se ha desalentado, en el pasado, como algo potencialmente peligroso y destructivo para la sociedad. Esto ocurrió especialmente con la investigación relacionada con la inteligencia, la agresión, el comportamiento antisocial, la ansiedad, la búsqueda de novedad, el alcoholismo, la adicción, la obesidad y la homosexualidad.[3]
Sin embargo, si bien la investigación en este campo a menudo ha sido controvertida, los resultados en este dominio, como en cualquier otra disciplina científica, no deben ser confundidos con el uso posible de estos resultados por individuos o por la sociedad. Como se dijo en un informe reciente de la Cámara de los Lores del Reino Unido, titulado Science and Society, "El conocimiento obtenido a través de la investigación científica no tiene en sí mismo una dimensión moral; pero las formas en que se lo busca y las aplicaciones que se le puede dar, tienen relación inevitablemente con la moralidad".[4] En otras palabras, aun cuando la ciencia en sí misma pueda ser considerada neutral, las aplicaciones de la ciencia, por otra parte, deben ser examinadas cuidadosamente al balancear cualquier ventaja con los posibles riesgos involucrados.
Un ejemplo de las ventajas relacionadas con la "medicalización" de algunas características del comportamiento puede ser demostrado en algunos casos de esquizofrenia, cuando se demostró que estaban relacionados con factores genéticos y no sólo el resultado de cierta clase de crianza. Por cierto, se notó que frecuentemente los padres de niños con esquizofrenia recibían con beneplácito estas conclusiones. Esto significa que, para algunas características a las que se les asigna cierto estigma, la "medicalización" de las características podría confirmar la "inocencia" personal de quienes en el pasado eran considerados responsables de la existencia de estas características.[5]
Sin embargo, esta "medicalización" de un comportamiento puede tener sus desventajas también, ya que algunas personas podrían ser llevadas a pensar que nada podría hacerse con cierto rasgo por su origen genético. Entonces podría aparecer una especie de desesperanza y fatalismo en las personas afectadas así como en quienes las rodean.
Por ejemplo, Mark Rothstein afirma que, si uno supone que hay un componente genético en el alcoholismo, entonces "por un lado, podría sostenerse que el componente genético desvirtúa la mancha moral de los individuos con alcoholismo. Por otro lado, la naturaleza hereditaria del trastorno podría aumentar el estigma asociado con el alcoholismo, podría aumentar la presión para el cribado genético de la mutación, podría contribuir a que las personas sientan un sentido de resignación y una renuencia a ingresar a un tratamiento y podría llevar al desprecio de personas que, a pesar de saber que tienen la mutación, continúan bebiendo".[6]
Otra preocupación tiene que ver con la posibilidad de discriminación, que podría surgir a partir de estudios en la genética del comportamiento. Esto podría existir como una forma de discriminación negativa en la que una persona pueda ser obstaculizada, intimidada o aun perseguida por una diferencia genética del comportamiento sobre la que no tiene ningún control. La discriminación positiva, por otro lado, puede ocurrir cuando las personas son elegidas debido a algún rasgo específico no ganado. Por ejemplo, muchos disfrutarán –y deberían hacerlo– del reconocimiento y aprecio dado por sus pares por rasgos como carisma, inteligencia o aun elocuencia en reuniones de comité, pero estas personas también deberían recordar que no hubo ningún esfuerzo real por su parte para obtener estas características genéticas. En otras palabras, no debería otorgarse ningún respeto adicional especial, teóricamente, a estas personas sólo por sus capacidades.
Demasiado frecuentemente en nuestras sociedades, las relaciones entre personas son vistas como competitivas. Esto ha surgido porque muchas teorías biológicas modernas que defienden la supervivencia del más apto y las jerarquías del estatus, la riqueza y el poder en todos los órdenes de la vida han sido aceptadas sin un juicio crítico. Pero esta podría no ser un reflejo real de la biología. Por cierto, la sociedad podría ser considerada también como un sistema mediante el cual cada persona existe para complementar los dones y capacidades mutuas (sean genéticas o de otro tipo). Esto, entonces, se asemejaría a la "sociedad" de 100.000 millones de células que constituyen una persona humana, en la cual cada célula complementa a la otra sin competencia. De hecho, en dicha representación, la discriminación competitiva sólo se encontraría en células enfermas o cancerígenas.
Por lo tanto, los resultados obtenidos de la investigación de la genética del comportamiento no deberían ser soslayados por comentaristas éticos sino considerados, en cambio, como una oportunidad para alentar a los miembros de la sociedad a volverse más tolerantes y compasivos entre sí en un espíritu de solidaridad. Sin embargo, esto sólo sería posible si los resultados científicos son explicados y presentados de la forma adecuada y en el contexto adecuado. Si los resultados de la genética del comportamiento son presentados de una forma desbalanceada e irresponsable y son usados incorrectamente como una forma de brindar argumentos para el racismo, la discriminación y la selección eugenésica, entonces se volverá inevitable la aparición de serios problemas sociales.
[1] Concise English Dictionary, Wordsworth Editions Ltd, 1994.
[2] Wikipedia, Nikolai Vavilov, http://en.wikipedia.org/wiki/Vavilov.
[3] Genetic and Human Behaviour: the ethical context, documento de consulta pública, Nuffield Council on Bioethics, julio de 2001.
[4] Select Committee on Science and Technology, House of Lords, Science and Society, Third Report, 23 February 2000, Public attitudes and values (Chapter 2), 4 ; http://www.publications.parliament.uk/pa/ld199900/ldselect/ldsctech/38/3802.htm.
[5] Mark Rothstein, Behavioural Genetic Determinism, Its Effects on Culture and Law in Behaviour Genetic, The Clash of Culture and Biology, edited by R. Carson and M. Rothstein. 1999. Baltimore: The Johns Hopkins University Press.
[6] Mark Rothstein, Behavioural Genetic Determinism, Its Effects on Culture and Law in Behaviour Genetic, The Clash of Culture and Biology, edited by R. Carson and M. Rothstein. 1999. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, p.96.
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COMENTARIO DE INVITADO de Spring 2007 23:1 Ethics & Medicine. Usado con permiso.